Así me fui a cuidar casas a Nueva Zelanda y pude recorrer casi sin gastos las islas de Norte a Sur

Era otoño en Argentina, y no me gustaba nada como estaba proyectando mi año. . Y lo que vino después fue una experiencia simple e inolvidable.

Había escuchado del sistema Housesitting para cuidar casas y mascotas sin retribución. Es un sistema simple y basado en la confianza: dueños que necesitan un cuidador mientras están fuera.

En Nueva Zelanda hay muchas ofertas de casas para cuidar y webs que ofertan casas a cuidar y mascotas con este sistema. (por cierto, ya existe una guía de Housesitting en español) además de que en mi blog hice una mega guía de preguntas y respuestas sobre este sistema.

Al ver una oferta de vuelo a este país, todo parecía encajar para pasarme un tiempo en uno de los países con paisajes más fascinantes del planeta. No es fácil decidirse, pero así empezaba una experiencia que no voy a olvidar.

Unos días antes de mi vuelo ya había conseguido mi primer casa para cuidar. Antes de poner rumbo a ella, me quedaba unos días en Auckland conociendo la ciudad.

Mi primer experiencia housesitting fue cuidar un mes una casa con tres mascotas: una perrita pequeña, un gato, y una simpática cacatúa. Supongo que pocos querían cuidar una cacatúa y por ello fue fácil conseguir mis primeros anfitriones. Estaba en una casa con vista a un volcán en un pueblito llamado Inglewood. Y sus dueños apenas me vieron una hora y ya se fueron dejándome a cargo de todo.

Durante el día, compartía la casa con estas tres geniales criaturas. Por ejemplo, un momento sublime cuidando mi cacatúa:

y por las tardes me largaba a hacer caminatas por los caminos alrededor del pueblo.

Advertisements
Alguiler de coche + descuentos 2024 >> Desde el blog 101 Lugares increíbles ya gestionamos más de 1000 reservas. Encuentra hasta 15% de descuento con este comparador de coches de alquiler entre las mejores agencias:

Como buen argentino, tuve mis momentos de «boludo importante» en Nueva Zelanda :P.

Mientras cuidaba esta casa, también pude confirmar más casas a cuidar en las semanas y meses siguientes. Y entre medio de una y otra, fui conociendo el país de Norte a Sur y explorando rincones increíbles.

Antes de llegar a mi segunda casa, por ejemplo había visitado la aldea Hobbit utilizada para filmar el Señor de los Anillos. O estuve varios días explorando el paraíso volcánico de Rotorua.

Mi segunda casa fueron 20 días en una aislada finca de olivas en la ciudad de Hastings y un desafío: un perro y un gato que no debían verse las caras porque todo podría terminar muy mal.

Viaja seguro y con descuento para nuestros lectores 

>> cotiza tu seguro de viaje IATI con 5% de descuento desde aquí

Pasé airoso el desafío con un elemento inesperado en la casa: un jacuzzi a cielo abierto donde disfrutar de los atardeceres fríos como un rey. Fue casi un retiro espiritual, y un lugar donde pasé las noches más silenciosas de mi vida.

Tanto silencio y soledad que ni siquiera importaba hacer el ridículo entrando al jacuzzi con un gorro de abrigo en la cabeza:

Fue en este lugar que me convertí en el hincha argentino más solo del mundo (en esas fechas estaba la final del mundial de fútbol 2014).

La tercera casa fue la vuelta a un mundo más habitado: una encantadora vivienda de madera rural cerca de la ciudad de Masterton (todavía en la Isla Norte de Nueva Zelanda), entre colinas y cerca de montañas con picos nevados.

Fue un sueño de casa donde cuidar una perra con muchas ganas de jugar, y dos gatos muy particulares en un armonioso trío de mascotas. Fue la casa que más recuerdo, y cinco semanas inolvidables de invierno.

Por ejemplo, esta era la vista desde la sala de estar y la cocina:

Mi entrañable Molly y las gallinas que me proveían de huevos frescos cada día (me convertí en un granjero literal):

Lo de que había montañas nevadas junto a la casa no era broma (y eran el marco de mis caminatas para pasear con Molly)

Viví el mundo rural neozelandés con intensidad durante ese tiempo, tampoco era broma (había ovejas que te hacían piquetes en el camino):

Los dueños de casa no solo me desearon lo mejor para disfrutar mi estadía al cuidado de todos sus bienes. También me dejaron un auto con el que sacaba a pasear a Molly y salía a explorar el entorno, hasta llegar a la costa y playas más que bonitas:

Fueron días y días trabajando desde el ordenador, y disfrutando de atardeceres como este desde la ventana:

Me olvidaba, también tenía una tarea que hacer cada día: llevarle una tostada a la oveja de la granja, que me esperaba firme con el premio del día.

Una tarde en que había terminado los paseos con Molly, el frío me llevó a encerrarme en la casa y junto al fuego de leños. Y entonces afuera empezaron a caer copos de nieve. Fue un momento mágico:

¿Ahora entienden la razón por la que fue inolvidable cuidar esa casa?. Pero los dueños regresaron y fue momento de partir.

La cuarta casa fue en la isla Sur, así que tuve que cruzar en ferry de la Isla Norte a la Sur después de unos días en Wellington, la capital del país. Cerca de Nelson me esperaban quince días cuidando una vivienda más moderna en lo alto de una colina. Fue el comienzo de la primavera y los primeros días más templados.

El barrio era poco menos que encantador:

Estaba cerca de la ciudad de Nelson, y de uno de los parques nacionales más bonitos de Nueva Zelanda.

Al terminar mi última casa, para celebrar que había pasado cuatro meses con housesitting y apenas había gastado en unos días de alojamiento (entre casa y casa) hice una de las experiencias en naturalezas más bonitas de mi vida: alquilé equipos de camping, y me fui a hacer senderismo durante cuatro días con la mochila al hombro.

Toda esa experiencia y paisajes lo pueden ver en este enlace (y les recomiendo que lo hagan, van a entender la belleza de paisaje y experiencia de la que estoy hablando, que hacen que Nueva Zelanda sea una maravilla de lugar)

Abel Tasman - Nueva Zelanda

Abel Tasman - Nueva Zelanda

En esa excursión caminé durante 50 kilómetros por un sendero que atraviesa selva y playa de forma alternada. Y dormí tres noches acampando, incluyendo una en un espacio rústico que de noche se transformó en un concierto de sonidos de selva (en los que me daba miedo salir de la carpa, no exagero).

En todos esos meses, había gastado en comida, algunos hoteles entre una casa y otra, transporte en autobuses (que tampoco es tan caro como imaginaríamos). Y había disfrutado de vivir como un local, conocer parques nacionales, vivir como un rey en casas con jacuzzi bajo las estrellas, sentirme un granjero, disponer de coche para pasear, y explorar algunos de los senderos más bonitos que vi en mi vida viajera.

Cuidar casas con el sistema Housesitting me permitió todo esto y mucho más. Así de fácil pude pasar cinco meses en un país lejano que me dejó fascinado por su belleza.

Soy freelancer, y tal vez algunos me siguen (en Instagram, o en Twitter). Voy bloggeando mientras viajo como nómade digital conociendo lugares increíbles del planeta. También soy el creador y responsable de 101lugaresincreíbles y este es mi trabajo.

Si te interesa más de Nueva Zelanda, pude elaborar una propuesta de ruta con itinerario y mapa para hacer en Nueva Zelanda.

10 comentarios de “Así me fui a cuidar casas a Nueva Zelanda y pude recorrer casi sin gastos las islas de Norte a Sur

  1. Eliana Lazarte dice:

    Hola! Que linda experiencia que tuviste. Espero algún día poder hacer lo mismo porque amaría conocer el país y aparte cuidar animales. Gracias por compartir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *