La combinación mínima: agua, arena blanca, palmeras. Las variables mínimas: quietud, silencio (si es que ni oleaje hay). Kanuhura, es solo uno de los ejemplos de islas que podremos encontrar en Maldivas. Una parte (la isla mínima) por el todo (la versión minimalista del paraíso tropical que nos venden en folletos). No hay mucho para hacer más que quedarse al sol, nadar, bucear, descansar. Y esa misma es la propuesta (también mínima) de Kanuhura, una de las islas de los 26 atolones de Maldivas (que suman nada menos que 1.200 islas coralinas).
Kanuhura es parte del atolón Lhaviyani y funciona como un resort en una isla privada donde se ha intentado no alterar nada. El complejo de alojamiento utiliza materiales naturales, bungalows sobre el agua. Apenas hay 1.000 metros de extensión de arena y vegetación, y 200 metros de ancho. Se llega en hidroavión en apenas 40 minutos desde la capital de Maldivas. Se disfruta como un paraíso solitario, despojado donde hay que ir «a no hacer nada».
Casi podría llamarse un «turismo vegetal»: contemplar las horas pasar, percibir el vaivén del agua, nadar en un mar que parece una piscina. La propuesta mínima en versión Maldivas.