11 razones por las que deberías pensar seriamente en viajar lento

Couchsurfingwork and travel e intercambio de trabajo por comida o alojamiento son conceptos que están en boca de todos y hablan cada día más de una forma de viajar de una nueva generación: los viajes lentos, en los cuales los viajeros buscamos no sólo tomar fotografías pintorescas acerca de los lugares que visitamos si no integrarnos a una cultura local o comprender una cultura desde un punto de vista de quien vive allí su vida cotidiana. Aún cuando el slow travel es parte de un movimiento que apela a la lentitud del ritmo de vida en oposición a la locura que nos propone la vida en la ciudad, nuestra generación se apropia de este concepto para viajar de una forma diferente. Conoce algunas razones por las cuales deberías alguna vez en tu vida realizar un viaje sin fecha de regreso en el que por sobre todas las cosas, poner en práctica eso de viajar lento.

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Nattu

1) Conocer una cultura desde adentro

No me animo a decir que viajando lento conocerás realmente una cultura porque creo que esto sería algo demasiado pretencioso para un viajero que sólo pasará, como mucho, algunos meses en un país que hasta ese momento significó un espacio totalmente desconocido. Sin embargo es cierto que viajar lento nos permite ser parte de una cultura desde una óptica diferente: cuando tienes tiempo puedes prestar atención a ciertos detalles cotidianos que en unas vacaciones rápidas necesariamente pasarán desapercibidos. En Bulgaria por ejemplo escuchar el sonido de las fuentes con agua de montaña, observar a las señoras limpiando sus huertos cada tarde o simplemente tener tiempo para charlar un rato en el café principal del pueblo como hacen los locales es una forma diferente de conocer un lugar hasta este momento desconocido

2) Aprendes un idioma nuevo (y todo lo que eso implica)

Si eres lo suficientemente aplicado, en pocos meses podrás comenzar a hablar una lengua nueva, y todo lo que eso significa, porque hablar un idioma diferente te permitirá comunicarte de un modo distinto con las personas locales, así como podrás al menos tener un atisbo de una forma diferente de pensar. Además puedes tomar tu tiempo para encontrar artistas locales (como por ejemplo músicos o poetas) y prestar atención a aquello que los locales dicen sobre sí mismos y sobre su cultura, datos que solemos pasar por alto cuando viajamos con prisa. En mi caso siempre intento buscar información de los lugares a los cuales iré leyendo poesía local (muchas veces traducidas al inglés) porque es una manera especial de relacionarme con mi próximo destino.

3) Conoces los ritmos de un lugar

No hay nada más maravilloso que tener el tiempo de observar las transformaciones que ocurren en un lugar, por ejemplo con el cambio de las estaciones: variaciones en la luz y el ánimo de las personas, los ritmos, las cosechas, la relación con los animales, las festividades, las visitas a hogares ajenos, el trabajo… Todo cambia, y cuando pasas más tiempo en un lugar y puedes simplemente frenar y observar lo que sucede a tu alrededor puedes conocer un espacio nuevo a través de esas nuevas percepciones. Porque poder detectar los colores del paisaje, el viento de verano o las épocas de nieve resulta (al menos para mi) una de las cosas más preciosas que puede regalarme un lugar. En Nueva Zelanda por ejemplo tuve la suerte de viajar en la época de floración de la retama, por lo cual conocí un país diferente: completamente amarillo y por supuesto, ¡con un aroma dulce y particular!

4) Descubrir sitios que no están en las guías de viajes

El simple hecho de que vayas al mercado local te pondrá en contacto con gente del lugar, y conocer gente local (y hacer amigos) te permitirá acceder a esos sitios que sólo los locales conocen: una cueva particular, la cima de una montaña en donde puedes ver todo el valle, el mejor lugar para ver la puesta del sol, un café perdido junto al aeródromo local en donde ver cómo llegan y parten aviones pequeños, etc. Porque para conocer estos lugares también necesitas tiempo: y es justamente esa tranquilidad la que te permitirá disfrutar esos pequeños sitios como si tú también vivieras allí. En Nueva Zelanda, por ejemplo, gracias a haber hecho house sitting durante 3 meses en Auckland tuve la oportunidad de conocer con detalle playas increíbles que están solo a una hora de la capital.

5) Eliges las actividades que se amoldan a ti

Tiempo, tiempo y tiempo, de esto se trata el slow travel. Puedes tomar todas las horas que desees a encontrar actividades que tengan que ver contigo: tomar clases de flamenco cada sábado en las Alpujarras granadienses, ir a clases de poesía o conversación en un idioma diferente, participar de las actividades de la biblioteca del pueblo, conocer una muestra de un artista local, contratar una caminata a caballo de varios días, hacer camping en lugares inexplorados, etc. Cuando viajas lento te das la oportunidad de que esas cosas también lleguen a ti y te sorprendes cuando encuentras actividades que te inspiran de una forma increíble en lugares que parecían tan lejanos al principio. Aprender a cocinar la pasta de la mamma en Italia, una de las mejores experiencias que sólo pudo haber acontecido debido al tiempo que pasé en la bella zona de Toscana.

Vinoth Chandar

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6) Creas tu propio mapa (y escuchas la opinión de los locales)

Siempre me sucede que aún cuando no busco demasiada información respecto de un lugar, arribo a un país nuevo llena de imágenes al respecto de qué cosas viviré o incluso cómo se verá ese país. Y es respecto de esas imágenes que hago ciertos (volátiles) planes de viaje. Pero cuando llego me doy cuenta de que la interacción con el país local me regala un nuevo mapa: el mapa local, el mapa de la gente de aquí que sabe qué cosas valen la pena y cuáles no, el mapa de tus propios sentidos alertas (¿me siento bien aquí? ¿quiero continuar este viaje por esta ruta?). Así creas una nueva dirección, una dirección en la que nunca dejas de lado la interacción real que tienes con dicho país. Y como no tienes ningún apuro, entonces puedes decidir a cada instante hacia dónde dirigirte, como cuando estando en Indonesia decidí viajar a Nueva Zelanda, por la simple razón de conocer Oceanía a un ritmo lento.

7) Conoces un lugar en profundidad

Porque no sólo conoces lugares, pequeñas transformaciones del lugar y gente local sino que también vives como si siempre hubieras vivido allí. Tienes charlas con los vecinos de Bulgaria, te invitan a una boda en Camboya, tomas el té como harían los ingleses porque vives en una pequeña comunidad inglesa en medio de Sierra Nevada (España), y comienzas de pronto a ser parte de ese lugar y a incorporar ciertas rutinas propias de un país a tu propia vida. Cuando todo esto sucede sientes como si fueras (casi) un local: ¡Y esto me sucede tan seguido haciendo housesitting! (A veces me pregunto cómo es posible que me sienta tan natural en un país tan diferente!). Esto significa que te llevarás una de las mejores experiencias de viaje: ahora ese lugar está en ti porque te has dado el tiempo de conocerlo en profundidad

8) Disfrutas de aquello que surge espontáneamente

Un sábado por la noche en Malak Izvor (Bulgaria) escuché música en el pueblo. Era una noche preciosa de verano por lo cual fui caminando para ver «qué estaba pasando». Evidentemente en el bar de este pequeño pueblo búlgaro había una boda (a la cual no fui invitada esta vez) y yo me sentí sorprendida y agradecida de poder estar viviendo esto. Charlas cotidianas con los vecinos, amistades gestadas con el tiempo, horas dedicadas a escuchar historias de vida tan diferentes, invitaciones a paseos de los cuales jamás podrías hacer a menos de que lleves un tiempo en un lugar, picnics, comidas familiares, etc. Viajar lento es realmente una forma de integrarte con un lugar diferente

9) Participas  de actividades locales

Viajando despacio tienes la posibilidad de formar parte de otro tipo de actividades comunitarias, como pequeños festivales, mercados, reuniones locales suceden sin aparecer en las guías turísticas y sólo puedes acceder a ellas si tienes… adivina: ¡tiempo! En Italia participé de una fiesta religiosa, y me enteré de ella porque encontré solamente un pequeño aviso en el supermercado. Gracias a ello no sólo viví una Italia medieval y diferente sino que también tuve la oportunidad de probar sabores tradicionales cuyas recetas se preparan exclusivamente para dicha festividad

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10) Te enfocas en experiencias auténticas

Y muchas de ellas no tienen que ver con tomar fotografías de lugares de interés sino con, como por ejemplo, la recolección de las flores de sauco que sólo florecen una semana al año y con las cuales se prepara té en Bulgaria, aprendes a hacer dulces con frutas de estación o comprendes cómo un país sigue preparando sus lácteos de forma tradicional. Porque ahora que puedes decir que formas parte de un país, entonces ya no visitas en dicho país aquellas cosas que están preparadas para los turistas sino que conoces un territorio y una cultura por lo que ellos verdaderamente son y comienzas a comprender cosas que realmente suceden en ese lugar en particular

11) Tu viaje será tu vida y tu vida será tu viaje

Y una razón extra: cuando viajas de esta manera y tomas tu viaje con tiempo, sin demasiadas metas fijas y te dejas sorprender por un lugar y fluyes con él entonces dejarás de encontrar diferencias entre vida y viaje, y ambos serán parte de lo mismo: una experiencia única que estás viviendo y de la cual te llevarás de los mejores recuerdos.

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