Este rincón suizo es digno de integrar la lista de pueblos que parecen de cuento.

Esta ciudad histórica está en el cantón Schaffhausen.



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Con algo de imaginación, aquí se sigue respirando la atmósfera de otro siglo, como si el tiempo no hubiera pasado. Todo está impoluto y con el mismo encanto en este pueblo situado en el punto donde el lago Constanza se transforma nuevamente en el Rin. Un paseo por su casco antiguo implica contemplar fachadas con frescos exteriores y casas con entramado de madera tan plena de detalles y contornos que enamoran.

Estando en Stein am Rhein también tienes que hacerte un buen rato para conocer el monasterio de St. Georg que es, ni más ni menos, que uno de los complejos monásticos que mejor se han conservado desde la Edad Media. Un itinerario que no te desilusionará incluye unas horitas en el Museo Lindwurm –donde instruirse sobre decoración burguesa y agricultura del siglo XIX- y luego pasar por el área de esparcimiento local Archipiélago Werd. Tus ojos no alcanzarán a asimilar tanta belleza arquitectónica pero deberás hacer el esfuerzo pues no debes dejar de ir a la fortaleza Hohenklingen, una reliquia del 1225. Para llegar a ella debes ir a la parte más alta de la ciudad. Lo cierto es que Stein am Rhein tiene mucho por ver.
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Hay que mencionar que la historia en la ciudad es muy profunda, al punto que se encuentra el lugar de culto más antiguo del cantón Schaffhausen: la iglesia consagrada a San Juan Bautista en medio de los restos del Tasgetium, una fortificación erigida por los romanos en el siglo III.
Poder andar por Stein am Rhein es darse el lujo de desandar la trama original que fue trazada por quienes la diseñaron y conocer los muros y grandes puertas que siguen siendo los primigenios. Para poder disfrutar más del casco toda la zona se ha hecho peatonal.

Los orígenes fueron como una pequeña villa de pescadores aunque su ubicación, clave en las rutas fluviales y terrestres, pronto le destinó un rol preponderante en la historia de Suiza. Ya en 1007 el Emperador Enrique II trasladó la Abadía hasta allí con el propósito de reforzar la presencia en esta zona estratégica. El comercio, regido por los abades, no tardó en florecer y en convertir al pueblo en un centro cada vez más relevante.
Como suele ocurrir, también los conflictos de los hombres se interpusieron en este pueblo de cuentos. Fue por febrero de 1945 cuando la vida sosegada fue interrumpida por un brote de violencia que tomó la forma de bombardeo de parte de las aeronaves aliadas.


Este hecho nefasto no impidió que Stein am Rhein preservara sus edificios y su belleza, y para 1972 tanto esmero en preservar su herencia cultural redundó en el premio Wakker. Tal galardón certifica la unicidad de a este pueblo en Suiza y en Europa también, gracias a poseer tantas notables construcciones en tan poco espacio.
He llegado de twitter aquí como una flecha. Estuve hace muchos años en este pueblo, haciendo el interrrail, y tal y como contáis es de cuento, parece un decorado. Muy, muy guapo… y las cataratas del Rhin una visita obligada también. Un saludo.