Aterricé en Calafate con 20 días por delante, ninguna hoja de ruta muy clara y un desafío por delante: sobrellevar tres semanas partiendo con la pregunta a cuestas: ¿y ahora que hago acá?. Puede que el título resuma buena parte de la conclusión del viaje: después de recorrer cinco ciudades y gran parte de cuatro parques nacionales del llamado fin del mundo entre Argentina y Chile, debo decir que sueño con tener una ventana con una vista como las que abundan en la Patagonia.
Paisajes donde las dimensiones espaciales son monumentales y despojadas. Belleza minimalista asediada por el viento, la aridez, y los detalles que se ven inverosímiles: un lago turquesa, un cóndor planeando, una montaña de formas caprichosas, nieves milenarias, guanacos que saltan alambradas, un sol tenue, pastizales infinitos, una casa de chapa con paredes blancas y techo rojo. Patagonia, el paisaje que invita a diseñar casas con ventanas importantes (y una buena calefacción para sobrevivir al invierno):
…soñar con una ventana así…no cuesta nada ¿no?