En el año 1783 una erupción volcánica durante ocho meses en la fisura de Laki (o Lakagígar) en Islandia emitió una nube tóxica que acabó con el 20% de la población del país. El fenómeno tuvo un impacto climático global capaz de generar catástrofes y hambrunas que mataron a un total de 6 millones de personas. El verano de 1783 en Reino Unido pasó a la historia como el «verano de arena» por la caída constante de cenizas, mientras una bruma que parecía interminable (consecuencia de los gases del volcán) se dispersó por todo Europa. Laki es una fisura volcánica con 130 cráteres, parte del volcán Grímsvôtn, un fenómeno geológico con un potencial destructivo desmesurado, y que hoy se ve tan «al estilo» de los sitios que suelen salir reseñados en el blog:
Laki es una cicatriz gigante, un recuerdo del potencial destructivo de las fuerzas geológicas del planeta, capaces de generar una de las mayores catástrofes medioambientales de la historia europea.
En los parámetros de 101lugares, Laki es hoy un paisaje que parece de otro planeta, un campo árido de lava y cenizas donde apenas se insinúa la vida; un lugar donde los colores poco tienen que ver con los parámetros de nuestros paisajes preferidos, pero mucho tienen que ver con los paisajes de Islandia:
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Ulrich Latzenhofer.
La fisura de Laki se encuentra dentro del parque Nacional de Skaftafell, un gigantesco sistema volcánico que incluye glaciares tan famosos como el Vatnajokull. Con todo el drama geológico del sitio, la naturaleza se permite un detalle bastante cursi, con el que cerramos el post (la pareidolia está servida):