Antes de morir quiero…(Santiago de Chile)

La vitalidad de las ciudades debería medirse en función de lo que sueñan quienes viven en ellas. Ciudadanos que sueñan, cuentan sus sueños, los persiguen, hacen latir la ciudad. Primero vale decir, una ciudad donde la gente sueña es una ciudad viva, donde hay gente que persigue una meta. Lo contrario sería una ciudad de zombies. Y resulta que en Santiago, los sueños explotan en colores en una pizarra…

Éste año completé mis visitas a las tres capitales del sur: Buenos Aires (la que más frecuento), Montevideo y hace muy poco, Santiago de Chile. Y éste post empieza mal, porque tiene un incipiente tufillo a comparaciones odiosas, que no es la idea. Pero debería decir, si Montevideo y Buenos Aires parecen hermanas, Santiago sería algo así como una prima hermana. Andes de por medio, han proliferado un poco más las diferencias que los parentezcos, que los hay y muchos, pero Santiago es tal vez la más diferente de las tres, en ésta caprichosa asociación.

Me pregunto primero: si Buenos Aires y Montevideo son ciudades puerto, que crecieron a la par de lo que llegaba y sacaban al mar, como es que Santiago de Chile crece tan enorme en un valle tierra adentro. Me sabrán responder. Si no hay mar ni puerto, hay menos nostalgia y menos terruño que echar de menos, y de hecho, la nostalgia y las gaviotas, Santiago se las deja a Valparaíso, ciudad para otros posts.

Santiago no se perdió en su enormidad (como Buenos Aires), pero mucho menos, se acomplejó nunca por ser pequeña (que no lo es). Todavía puede contenerse en su escala. Se puede caminar en sus principales atractivos, sin depender demasiado del transporte. Se puede recorrer a pie, ir, volver, y hasta perderse sin perderse demasiado. En ese sentido es amigable. Y aún cuando se está en el medio de una jungla de cemento, hacia cualquier ángulo está la montaña recordando que no todo tiene que ser cemento. Las montañas, son al mismo tiempo un ahogo (porque no dejan que el smog se escape) y un respiro, porque la naturaleza está ahí cerca, y despojada. Santiago y sus montañas, tal vez su sello de identidad más notable.

En primer mini estadía, estuve cuatro días en Santiago. Cuatro días como un turista, descubriendo la ciudad, observando, con ojos de recién llegado sin saber que nunca será de esa forma nuevamente. Santiago me desorienta un poco, sin un mar o costa o un gran referente en el que apoyarse, me queda caminar a la deriva. Y se suceden en cada calle, edificios de distinto estilo, época, y hasta formas, alternados, como si alguien hubiese puesto una gran ciudad, otra moderna, otra que apenas dejó de ser pequeña, todas y cada una de ellas, en una coctelera. Lo batieron, mezclaron y derramaron en cada manzana una mezcla de cada una de esas ciudades. Pero hay que estar atento a las sutilezas. Los barrios se van presentando con su estilo, y los cambios de una zona a otra son drásticos.

Me llamó la atención de Santiago, que a veces, no hay transición entre un barrio y otro, de repente, se está en una zona próspera donde brotan modernos edificios, de repente todo cambia, y se está en un barrio de casas bajas y antiguas, de repente en un barrio bullicioso, y al rato, en un rincón silencioso. En ese sentido, Santiago desconcierta.

Contrastes. Una gran alameda, calles cortadas, peatonales, ¿la bandera más grande del mundo?…y al pie, El Palacio de la Moneda. No tan lejos, Plaza de Armas, cafés con piernas, paseos peatonales. En la misma ciudad, convive una placa, al «excelentísimo señor Capitán General don Augusto Pinochet Ugarte», un imponente Museo de la Memoria, una estatua a Allende, la casa de Pablo Neruda.

El calor se asoma, media la primavera, y en la calle venden mote con huesillo, un refrescante bebida que compite con el cono de helado de igual a igual. También me pregunto, si en Chile tendrán el mayor consumo de cono helado por persona del planeta. Deben estar cerca….

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Santiago sigue desconcertando. Al tercer día, caigo en un barrio de modernos edificios que brotan como hongos. Me pregunto si desperté en algún promisorio país asiático, tal vez Singapur…La modernidad se monta inmensa en éste espejismo de cristal que hasta cuenta un rascacielos, el más alto de Sudamérica, compitiendo con las montañas. Necesito despertar, y me sumerjo en el metro después de buscar un cyber donde conectarme con el mundo. La búsqueda fracasa, el único que encuentro cierra a las seis de la tarde. Será que en ésta zona ¿la gente se acuesta temprano …¡Las seis de la tarde!, el día está en pañales….¿o será que el negocio es demasiado próspero como para cerrar tarde esperando que cierren las cuentas?…no cuadra, y necesitaba demasiado un cyber en ese momento…

Cualquiera que diga que el metro de Santiago es feo, o está mintiendo, o muriendo de envidia. Es puntual, es limpio, tiene estaciones cuidadas (impecables), y algunas (las más nuevas) hasta imponentes. En una de ellas me acerco a un puesto de biblio-metro. Se puede retirar un libro, y devolverlo después de varios viajes. En Argentina diríamos…año verde. ¿Nos quieren hacer creer (nuestros políticos y funcionarios) que no podemos tener nada mejor acaso?…lamento comunicar (estimados responsables del transporte público argento), que ese argumento, termina de caerse en pedazos del otro lado de los Andes. Y chilenos les digo, su metro es espantoso, sabrán entender la envidia.

Me fui de Santiago sin pensar que en cuatro días volvería como un local. O sea, no a ser turista, sino a vivir la ciudad como uno más. Y así encontré mi rincón en el mundo (de Santiago). El nuevo centro cultural Grabriela Mistral (o GAM) es un oasis de modernidad, y con una envidiable agenda cultural, un sitio en el que me sentí tan a gusto que hasta me instalé en él, o más precisamente en su biblioteca. Desde allí estuve trabajando cómodamente conectado a WIFI, para variar, pero también observando el alma de la ciudad a través de su gente y su arte.

Y el alma desnuda, los sueños de los que viven la ciudad ahí estaban, junto al GAM, en esa pizarra. La consigna tan simple: «Antes de morir quiero»…y el resto, era puro desplegar un sueño con trazos de tizas de colores. Ahí estaban desnudos los sueños de parte de Santiago, tantos que no entraban.

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Por si falta aclarar, me quedo con el sueño de la última imagen, que no lo había escrito yo, pero ahí estaba…como si alguien me hubiera leído la mente:

Fueron casi seis días en Santiago, y el camino seguiría en Valparaíso…..

(Próxima estación, Valparaíso)

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7 comentarios de “Antes de morir quiero…(Santiago de Chile)

  1. isis dice:

    Hola Matias, soy mexicana y planeo viajar a Argentina y Chile próximamente, apenas voy encontrándote pero me declaro fan tuyo, gracias por compartir y estaré siguiéndote
    😀

  2. Marcelo dice:

    Gracias Matias por tus comentarios. Viajo a Santiago a fines de enero y me vuelvo a Buenos Aires a principios de febrero. Tus comentarios me informan muy bien lo que no encontré por otros lados (solo información de una chilena amiga que vive en Bs. As.). Contame un poco más del cambio de dinero. Yo no llevaría dólares, sino pesos argentinos. Veo que el cambio es más o menos 1 Ar por 100 Ch, ¿es así? Gracias y saludos.

  3. Matias Callone dice:

    Gracias Lorena. Esa es la impresión que me dio, una ciudad que cambia mucho, en muchos aspectos para bien, que no es poco. Y como dices, entre tantos cambios, hay lugar también para el pasado, y esas cosas típicas que se conservan y le dan más personalidad a la ciudad. El Gabriela Mistral es un lugar que toda ciudad debería tener…enhorabuena!, y es cierto, es una ciudad que está cerca y lejos a la vez….

  4. Lorena dice:

    Hola Matías…que lindo describes mi ciudad. Cada vez que regreso si bien siento que pertenezco a ella, también me desconcierta al encontrarla tan cambiada tan demasiado moderna pero como bien describes, aún quedan esos (…) que me regresan a las viejas calles, a los cerros, a los perros callejeros, al pan crujiente, al mote con huesillos, a las sopaipillas. No conozco el Gabriela Mistral, la próxima vez que vaya lo iré a visitar.
    Gracias por darme este regalo a media mañana, Santiago está tan cerca y tan lejos.
    Lorena

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