Nunca mejor dicho que perderse por las calles del casco antiguo de Estocolmo (Gamla Stan) es viajar en el tiempo. El casco antiguo de Estocolmo, en Suecia, es un enjambre de vías angostas donde los edificios se levantan al cielo con ese aire altivo, con su encanto de adoquines y sus puertas como compuertas que invitan a perderse en sus calles.
Daniel Sjöström (Imagenes via Flickr bajo licencia Creative Commons)
Gamla Stan significa “ciudad vieja” y todos lo conocen como ese trozo citadino que ha quedado “entre los puentes». Sus nombres, intrincados de pronunciar para los hispanos, contrastan con la sencillez del lugar que se muestra pulcro e intrigante a los ojos extraños. El barrio sabe cómo dejar entrever su coquetería en cúpulas, faroles y ornamentaciones austeras que logran un doble hechizo.
Esta fisonomía no era tal hasta no hace mucho, porque el casco había estado abandonada largo tiempo. Inclusive su belleza no la dejó exenta de los daños de la modernidad que pasó a demoler muchos de sus edificios históricos. Por suerte para todos, en los últimos veinte años se ha convertido en un lugar turístico de importancia, gracias al encanto de su arquitectura de estilo medieval y renacentista, rescatando a Gamla Stan de las garras de la desidia.
Un paseo concienzudo por Gamla stan tiene que ir pasando por sus numerosos edificios históricos, religiosos y culturales. Por ejemplo, pasar por el Museo Nobel, Riddarhuset o Casa de la Nobleza, la Catedral de Estocolmo (Storkyrka), la iglesia alemana (Tyska kyrkan) son de los puntos claves para entender el pasado y las costumbres locales. Tampoco se puede pasar por alto el Palacio Real que data del siglo XVIII puesto que tuvo que levantarse sobre las ruinas de uno anterior que fue consumido por un incendio. La iglesia de Riddarholm o Riddarholmskyrkan es la iglesia de entierro de la monarquía sueca.
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