Sucedió hace unos meses (casi doce). Después de varios días recorriendo la región de los lagos, embarcado en el lago Lácar (San Martín de los Andes), surge la idea de alquilar un auto entre varios que participábamos en la excursión (no muchos siendo que era fuera de temporada) para recorrer parte del Parque Nacional Lanín.
El día prometía encontrarse con paisajes descontaminados por completo, y la idea de recorrerlos en auto, representaba la libertad completa ajena a los itinerarios y tiempos pautados de cualquier excursión guiada y organizada por agencia. Después de varias horas de recorrido, un camino se interna entre terrenos sin alambrados. Aquí, el primer ingrediente de un lugar a pura fotogenia. Tal vez los paisajes y lugares ideales que busco, no tienen que estar parcelados, no tienen dueños ni son de nadie o al menos parece que no lo tienen.
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Ahora sí, entre tantos días de conocer nuevos lugares, se combina el lugar perfecto. Creo que bajé del auto antes de que quien manejaba haga a tiempo a preguntar si tenía ganas de parar a sacar unas fotos. Era un paraje increíble en un momento increíble: cielo azul pleno, las nubes con el mismo blanco de la nieve, los pastizales y caballos pastando a sus anchas.
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Un lugar increíble no es lo que niegan las ciudades, porque de hecho, hay ciudades que son increíbles. Pero de tantos centenares de fotos que suelo traer de cada viaje, de tantos lugares fotogénicos que crucé en éste viaje en particular por parte del sur argentino, me quedo con algunas de éstas imágenes y de éste momento. Podría haberme quedado horas en éste valle, y tal vez seguir sacando fotos, esperando la hora dorada, tomando mi tiempo para esperar el momento y buscar el ángulo perfecto. Tan sólo ese lugar, valió la pena todo el viaje.
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