Magia. Salís un día desde Florencia, recorrés los paisajes de la región de Chianti (esas lomas toscanas que parecen modeladas, alfombradas por viñedos y casas que literalmente las recortás y te sale un cuadro), y de repente, se desata una tormenta de esa que los relámpagos rascan la tierra. Y hasta se ven que caen como cuchilladas. Entonces, en poco más de dos horas llegás a Siena castigado por una cortina de agua al atardecer.
No se ve casi a lo lejos. Y entonces, después de buscar hotel junto a la muralla y dejar todo, se hace de noche. La lluvia ha claudicado y quedarse en el hotel es un crimen impensable.
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Magia. Empezás a caminar, y de repente, te preguntás si alguno de los rayos que caían en la carretera no le dio de lleno al coche, y como el DeLorean de Volver al futuro (o Regreso al futuro), viajaste en el tiempo. El silencio no invita ni a hablar. Las calles están casi vacías, el ambiente es húmedo, y las personas caminan a contraluz y en penumbras. Por un momento podés dudar si cambiaste de siglo. Eso es Siena.
Cuando crees de verdad que viajaste al siglo equivocado, cuando te convencés de que estás en el medioevo, caminando por calles que suben y bajan, cuando no ves ni un coche, ni nada que te recuerde que estás en el dos mil y tanto, entonces, entre una calle que parece no ir a ningún lado se ve la luz al final: el resplandor de la Piazza del Campo. Te atrae como si estuvieras imantado. Allí hay un gigantesco espacio que parece anfiteatro, hay gente que va y viene, hay olor a pizza, mesas a la intemperie, y hay edificios notables bien iluminados. La ilusión del DeLorean, la magia de los relámpagos, se desvanece.
Siena debería conocerse de noche, lo recomiendo así. Cuando no anda casi nadie, cuando está desolada y apenas iluminada. Al amanecer, la ciudad se redescubre mientras las sombras se retiran, como si la noche todavía hiciera resistencia.
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Imagen en Flickr (Matías Callone)
Y Finalmente, el sol gana la batalla, y desnuda las fachadas, provoca al silencio ya rendido, y la ciudad, sin tapujos, te remite al siglo XXI (a medias). Finalmente lo creés. Siena es uno de los mayores cascos medievales de todo Europa, sobre todo uno de los mejores conservados. Es la encarnación misma de una ciudad medieval, pero una ciudad medieval pensada a lo grande, planificada para rivalizar con Florencia.
Siena, aún con algo de mala suerte (la peste y las luchas históricas que le relegaron) tuvo la fortuna de llegar hasta hoy con un aspecto casi invariable, varios siglos sin rejuvenecer. Cuando sale el sol, también parecen brotar los turistas y los caza-turistas. La ciudad está viva e invadida.
Imagen en Flickr (Matías Callone)
Y sobre todo, cuando sale el sol, se puede mirar desde Siena a lo lejos, y descubrir que detrás de las murallas, están las mismas lomas y ondulaciones de Chianti, y la atmósfera mágica de Toscana.
Imagen en Flickr (Matías Callone)
Te alejás de Siena, y también, la misma ciudad que se recorre como un laberinto, se ve como un cuadro, como una postal. Siena es una gigantesca maqueta medieval, está llena de monumentos, Palacios, iglesias y una magnífica catedral. Nadie debería pasarla por alto, ni negarse el dejar volar la imaginación.
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